top of page

Alta Peligrosidad

  • Foto del escritor: Myr Chavez
    Myr Chavez
  • 22 nov 2016
  • 2 Min. de lectura

Los de alta peligrosidad.

Con lágrimas en los ojos nos miramos de frete al finalizar, porque en cada espacio, dialogamos hasta la confianza.

“y estaban solas, sin protección?

¿Sí, por qué?

Porque ellos siempre andan armados y les podría haber pasado cualquier cosa

¿Quienes? ¿Los gendarmes?

No, los internos

¿Quiénes, los cabros!!?”

De pronto esos rostros se vuelven tan familiares, que una los convoca en situaciones diversas de la vida cotidiana. El andar de una micro que pasa junto al mar, nos trae su añoranza de tirarse en la arena.


“tuve sensación como cuando uno iba a la playa”, decían al terminar la sesión.

“tengo sensación de domingo, cuando uno estaba con la familia” decían.


Y sentada, un domingo, frente a mi madre y mi abuela, los recuerdo. Los recuerdo pensando también en mi padre, en mi tío, en… ¿todos tenemos una cárcel cerca? Un reo en la familia? ¿Un conocido? Quizás no. Pero dicen por ahí que “la calle es de jabón” y el que no cae, resbala.


Ellos se quedan. Nosotras nos vamos.

Pero ellos se quedan.


¿Sirvió de algo este taller?


Más allá de lo que “sirve o no sirve”, ya sea por el corto tiempo de intervención, por los pocos recursos, por la poca experiencia, y etc. Mas allá del ¿sirve para algo realmente? Hemos querido llevar una experiencia estética-artística-política de aprendizaje significativo.


Esa es la pregunta que siempre le hacemos al Arte. ¿Sirve?


¿Para qué sirve?

¿De qué sirve?


-Realmente no sirve para nada, sin embargo, sirve para lo esencial-.


Lo que sucedió en el espacio de taller, Cuerpo Territorio, fue una obra de arte. Un espacio sublime de aquellos que no se pueden medir, valorizar, cuantificar.


Aquella cosa que sucede cuando conectamos fluida y desinteresadamente con nosotros-nosotras mismos-mismas, con otros y otras y así, con el universo entero. Ya no hay pensamiento, se desvanece la planificación, entramos en sintonía, nos miramos y fluimos siendo cuerpos, energía y un todo.


Y eso es el Arte. El ser puesto por entero a una vivencia sobrecogedora capaz de congelar el tiempo, el juicio.


El arte transforma espacio, personas y el mundo. ¿Sirve?


Pero una persona en la calle, que miraba las siluetas dibujadas de los reclusos, preguntaba “¿pero esto sirve de algo? Todo va a seguir igual”.


Qué buena pregunta, pensé. ¿De qué sirve este taller? ¿De qué sirve llevar sus siluetas a la calle para dialogar con los transeúntes?


En la pregunta ¿Sirve? Esperamos tener un resultado concreto, una efectividad. Pero ¿Podemos medir, cuánto aprendieron y qué aprendieron, los reclusos del centro penitenciario Valparaíso, que participaron en el taller Cuerpo Territorio?


Yo los vi bailar. Yo los vi bailar Beethoven en la cárcel. Es más, yo bailé con ellos la 9° sinfonía de Beethoven en la cárcel. Fue un instante fugaz, surgió y se desvaneció en un instante. Estuvimos en presencia de la más bella y sublime obra de arte: la danza, nuestra danza.


En esta danza, fuimos nosotras y nosotros mismos la obra, componiendo en conjunto cada paso de la “coreografía”. Pero es que alguien sabía bailar? Habían tomado alguna vez clase de composición, de improvisación, de contemporáneo? No hizo falta.


Hubo una felicidad melancólica, debido a lo fugaz del instante. Fuimos libres.

“y qué hicimos la semana pasada? ¿Le pueden contar al compañero que no vino?”

“bueno, fuimos a la playa y dirigimos una orquesta, con eso te lo digo todo”


 
 
 

Comments


Recent Posts
Archive
bottom of page